“(El objetivo de esta decisión es) mejorar la capacidad y la eficacia de nuestros aliados en el terreno”, comunicó el miércoles la Casa Blanca alegando que los nuevos militares desplegados, como otros 3100 existentes en el país árabe, no participarán en los combates.
El nuevo contingente se instalará en la base aérea de Taqadum, supuestamente para recuperar el control de Ramadi, capital de la provincia de Al-Anbar (oeste), que está en manos del grupo extremista EIIL (Daesh, en árabe).
Según confirma el comunicado del Gobierno norteamericano, estos militares ofrecerán apoyo aéreo y de entrenamiento a las fuerzas iraquíes, específicamente “estos nuevos consejeros trabajarán para reforzar la capacidad de las fuerzas iraquíes, que incluye a los combatientes de tribus locales, y mejorar su capacidad de planificar y poner en práctica las operaciones contra el EIIL”.
El jefe del Ejecutivo estadounidense autorizó también suministrar armas a los efectivos siempre que sea en coordinación con el Gobierno iraquí.
Para el portavoz de la Cámara de Representantes de EE.UU., John Boehner, la iniciativa no es una “estrategia de fondo”, sino una “decisión táctica”.
El belicismo de Washington en Irak contraviene la postura de algunos políticos iraquíes. El pasado 22 de marzo, el secretario general de la organización iraquí Badr, Hadi al-Ameri, reiteró que el pueblo iraquí no necesita de los ataques aéreos de Estados Unidos para liberar la ciudad de Tikrit, capital de la provincia central de Salah al-Din.
En reiteradas ocasiones, los estadounidenses, quienes supuestamente deben estar bombardeando a los terroristas, han enviado armas o han atacado “por error” a las fuerzas iraquíes. Recientemente también derribaron a un caza iraquí.
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