Pero, ¿qué pasa con esa otra parte clave del TNP, el artículo 6, que obliga a las naciones con armas nucleares a la “cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme completo”? Aquí hallamos que, 44 años después de la entrada en vigor del TNP, los Estados Unidos y otras potencias nucleares prosiguen su acumulación de armas nucleares, que parece no tener fin.
El 8 de enero de 2014, el secretario de Defensa de EE.UU., Charles Hagel, anunció lo que Reuters formuló como “ambiciosos planes para renovar el sistema de armas nucleares (de EE.UU.) modernizando las armas y construyendo nuevos submarinos, misiles y bombarderos para hacerlas llegar a destino”. El Pentágono tiene la intención de fabricar una docena de nuevos misiles balísticos submarinos, una nueva flota de bombarderos nucleares de largo alcance y nuevos misiles balísticos intercontinentales.
A finales de diciembre, la Oficina del Presupuesto del Congreso estimó que la puesta en práctica de los planes costará 355 mil millones a lo largo de la próxima década, mientras que un análisis del independiente Centro para Estudios de No proliferación informa de que esa renovación de las fuerzas nucleares estadounidenses costaría 1 billón de dólares en los próximos 30 años. Si la estimación más alta resulta correcta, sólo los submarinos costarían más de 29 mil millones de dólares cada uno.
Claro está que los Estados Unidos tienen ya una capacidad armamentística nuclear inmensa, de más de 7700 armas nucleares, con potencia explosiva más que suficiente para destruir el mundo. Junto a Rusia, posee cerca del 95 por cien de las más de 17.000 armas nucleares que conforman el arsenal nuclear mundial.
Y Estados Unidos no es la única nación con grandes ambiciones nucleares. China, aunque sólo tiene en la actualidad unas 250 armas nucleares, que incluyen 75 misiles balísticos intercontinentales (MBI), últimamente ha hecho pruebas de vuelo de un misil nuclear hipersónico capaz de penetrar cualquier sistema de defensa existente.
El arma, denominada Wu-14 por los funcionarios de EE.UU., fue detectada volando a diez veces la velocidad del sonido en una prueba de vuelo en China a principios de enero de 2014. Según los científicos chinos, su gobierno había realizado una “inversión enorme” en el proyecto, en el que trabajaron más de cien equipos de institutos de investigación y universidades punteros. El catedrático Wang Yuhui, investigador en control de vuelo hipersónico en la Universidad de Nankín, ha declarado que “se llevarán a cabo muchas más pruebas” para resolver los problemas técnicos restantes: “es sólo el pirncipio”, dice. Ni Lexiong, un experto naval instalado en China, ha comentado en tono elogioso que “los misiles desempeñarán un papel predominante en la guerra y China tiene muy claras las ideas sobre qué es lo importante”.
Otras naciones están también implicadas en esta carrera armamentística. Rusia, la otra potencia nuclear dominante, parece decidida a seguir el ritmo de EE.UU. con la modernización de sus fuerzas nucleares. El desarrollo de nuevos y renovados MBI rusos está avanzando con rapidez, a la vez que se producen nuevos submarinos nucleares. Además, el Gobierno ruso ha comenzado a trabajar en un nuevo bombardero estratégico, conocido como PAK DA, del que se dice que entrará en funcionamiento en 2025. Tanto de Rusia como de India se sabe que están trabajando en sus versiones propias de lanzamisiles nucleares hipersónicos. Pero, hasta ahora, esas dos naciones nucleares van a la zaga de Estados Unidos y China en su desarrollo. También Israel está avanzando en la modernización de sus armas nucleares, y parece haber desempeñado un papel clave en echar a pique la conferencia de las Naciones Unidas sobre una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio, que se había propuesto en 2012.
Esta acumulación de armas nucleares contradice sin duda la retórica oficial. El 5 de abril de 2009, en su primer gran discurso sobre política exterior, el presidente Barack Obama proclamó “el compromiso de Estados Unidos con la búsqueda de la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares”. Aquel otoño, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -que incluye a Rusia, China, Reino Unido, Francia y los Estados Unidos, todos ellos potencias nucleares-, aprobó por unanimidad la resolución 1887, que reiteraba el punto según el cual el TNP exige “el desarme de los países que poseen actualmente armamento nuclear”. Pero la retórica, parece, es una cosa y otra bien distinta son los actos.
Así, aunque la voluntad del Gobierno iraní de renunciar a desarrollar armas nucleares es motivo de aliento, la negativa de las naciones nucleares a cumplir sus obligaciones conforme al TNP resulta desoladora. Dados los preparativos reforzados de esas naciones para la guerra nuclear -una guerra que sería auténticamente catastrófica-, su evasión de responsabilidades debería ser condenada por cualquiera que aspire a un mundo más seguro y más sano.
Lawrence S. Wittner es catedrático emérito de Historia en la Universidad del Estado de Nueva York, (Albany). Su último libro es una novela satírica sobre la vida universitaria, 'What's Going On at Uaardvark?', publicada por 'Solidarity Press'.
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Es alentador ver que se ha alcanzado un acuerdo para garantizar que Irán cumple su compromiso, adquirido con la firma en 1970 del Tratado de No Proliferación (TNP), de renunciar a desarrollar armas nucleares.

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