• EEUU en la semana que pasó (Las controvertidas elecciones presidenciales de EEUU y la derrota de Trump en 2020)
lunes, 8 de marzo de 2021 7:19

La elección presidencial de noviembre de 2020 de EE.UU., como era de esperar, se convirtió en una de las más controvertidas de la historia de ese país, de manera que sus repercusiones permanecerán durante mucho tiempo en el escenario político norteamericano.

La situación antes y después de estos comicios cuestionó seriamente la democracia estadounidense, que Washington promueve en el mundo.

Pese a las predicciones previas sobre las altas posibilidades del candidato republicano Donald Trump de ganar las elecciones ante su rival demócrata, Joe Biden, cuestiones imprevistas como la pandemia de coronavirus y sus implicaciones económicas, así como, las nuevas revelaciones sobre el magnate neoyorquino, lo metieron en una posición muy difícil, lo que lo llevó a lanzar una campaña masiva para cuestionar las elecciones, desde los procesos electorales como los votos por correo hasta el alegato de fraude electoral más extendido en la historia de EE.UU.

Trump probó distintas tácticas para contrarrestar el gran desafío que enfrentaba, considerando la mala gestión de su Administración de la COVID-19 en el país norteño que, además de provocar muchísimas muertes, causó una recesión económica y el desempleo de decenas de millones de ciudadanos, lo que hizo que el inquilino de la Casa Blanca fuera muy por detrás de su contrincante demócrata Joe Biden y con un amplio margen en la mayoría de las encuestas.

Trump intentó de varias formas socavar las elecciones presidenciales y sus resultados. Por un lado, trató de poner en tela de juicio la credibilidad de algunos métodos de votación, como el voto por correo, que tildó de corrupción y de una especie de engaño.

Su objetivo era anular los votos postales de millones de estadounidenses que querían votar con este método debido a la epidemia, pero Trump lo impugnó al alegar que podría resultar fraudulento. Trump tuiteó al respecto: “Elección amañada de 2020: millones de boletas para voto por correo serán imprimidas por países extranjeros y otros. ¡será el escándalo de nuestros tiempos!”

Mientras tanto, los demócratas argumentaban que la votación de esta manera era indispensable dada la terrible situación de la adversidad epidemiológica y la necesidad de evitar la concentración de la gente en los colegios electorales.

El objetivo más importante de Trump en cuestionar y sabotear la votación por correo era presentar excusas por su eventual derrota en las elecciones, lo que no parecía improbable dadas las numerosas encuestas que mostraban que Biden mantenía una diferencia de 8 a 10 puntos sobre él.

Trump, también trató de justificar su posible derrota en los comicios acusando a países extranjeros de querer que perdiera.

En su campaña electoral en Pensilvania y en el umbral de las elecciones de noviembre, Trump afirmó que muchos gobiernos querían deshacerse de él, mencionando a China, Irán y Alemania como algunos ejemplos.

Este absurdo alegato se produjo en un momento en que otras naciones se mostraban reacias a su reelección, teniendo en cuenta su énfasis en el lema “America First” (“Estados Unidos Primero”), ya que así Trump emprendió un enfoque unilateralista insistiendo en perseguir los intereses, las exigencias y los objetivos de EE.UU. ignorando las normas internacionales y los intereses de otros países.

En este sentido, el director de Inteligencia Nacional de EE.UU., John Ratcliffe, acusó a Irán y Rusia de intentar interferir en las elecciones presidenciales de su país adoptando medidas que influyeran en la opinión pública norteamericana.

Uno de los sellos distintivos de las elecciones presidenciales de 2020 de EE.UU. fueron los enfrentamientos y la violencia inédita en el período preelectoral, lo que llevó a Amnistía Internacional a expresar su profunda preocupación al respecto.

Entre mayo y septiembre de 2020, la violencia se registró en el 75 por ciento de los mítines electorales en todo el país.

La fuerte confrontación entre Trump y Biden dividió a la sociedad, que así afrontó una ola de protestas y actos violentos.

Esta situación se debió al esfuerzo de Trump por crear tensión en el proceso electoral alegando fraudulenta votación postal y acusando a los gobernadores y alcaldes demócratas de tirar los votos en varios casos, además de amenazar con no abandonar el poder si perdía las                   elecciones y de animar a sus partidarios a tener una presencia armada en las calles y a atacar los mítines y concentraciones de sus opositores.

Luego de las elecciones, con una participación de más del 63% de los ciudadanos aptos para votar, y la divulgación de los resultados iniciales, que daban la victoria a Biden, Trump como se esperaba, comenzó a protestar y a cuestionar, tachando de corrupto al sistema político estadounidense.

 

Incluso después de la reunión del 14 de diciembre del Colegio Electoral, que ratificó la victoria de Biden en las elecciones, con 306 votos electorales contra los 232 de Trump, este último continuó con su política anterior negándose a reconocer su derrota.

En un enfoque de desviar la culpabilidad y poniendo en tela de juicio a todo el sistema político norteamericano, Trump lo tildó de corrupto insistiendo en un generalizado fraude electoral en su perjuicio.

Michael Greck, director de coordinación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), dijo al respecto que “las acusaciones imputadas por Trump contra funcionarios electorales en varios estados de EE.UU. equivale a cuestionar la democracia; él claramente está abusando de su poder como presidente".

Otro asunto es que Trump, como presidente tiene el control de todas las instituciones federales, y denunció un fraude a gran escala en los comicios, mientras que lógicamente, su rival, Joe Biden, también debería haber hecho tal alegato.

Otro movimiento importante de Trump y su equipo legal en el periodo postelectoral fue presentar decenas de demandas en los tribunales estatales, especialmente en los estados pendulares (en inglés swing states) para anular los resultados electorales y, finalmente, en la Corte Suprema de EE. UU.

Sin embargo, el equipo legal de Trump falló en todos los casos. El punto de inflexión al respecto fue la decisión de la Corte Suprema de desestimar, el 11 de diciembre, una demanda presentada por el gobernador del estado de Texas para revocar la victoria de Biden.

La demanda de Texas, respaldada por otros 17 estados republicanos, pedía a la Corte Suprema que pospusiera la reunión de los electores, destinada a anunciar definitivamente al próximo presidente, y anular los votos en Michigan, Wisconsin, Pensilvania y Georgia.

Esta decisión de la Corte Suprema puso fin a cualquier esfuerzo de los partidarios de Trump para revertir los resultados electorales y ganar los comicios, mientras que él ya había fracasado en las urnas.

Trump esperaba poder ganar el fallo de la Corte Suprema a su favor considerando que tres jurisconsultos de este tribunal habían sido designados él. Pero la sentencia de la Corte puso de manifiesto que no involucra sus intereses políticos ni en el caso de Pensilvania, en el que los republicanos pidieron que se anularan los votos por correo, ni en la acción legal presentada por Texas.

Este veredicto también brindó a los demócratas la oportunidad de lanzar ataques políticos contra los republicanos. En un comunicado publicado en su sitio web, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo que la Corte Suprema había descartado con razón la demanda republicana extrema, ilegal y antidemocrática para anular la voluntad de millones de votantes estadounidenses, añadiendo que los 126 congresistas republicanos que se unieron al pleito deshonraron a la Cámara de Representantes.

Tras el fallo de la Corte Suprema, muchos republicanos, que inicialmente apoyaban firmemente los alegatos de Trump, le fueron dando la espalda, exigiéndole que concediera la derrota

Ahora se espera que, en la reunión del 6 de enero, el vicepresidente de la República y presidente del Senado, Mike Pence, se vea obligado a anunciar formalmente la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020, pese a la solicitud de Trump de rechazar el voto del Consejo Electoral al respecto, con lo cual, Biden se convertirá oficialmente en presidente de EE.UU. el 20 de enero de 2021.

Pese a que ya está terminado el camino legal para revocar o cambiar el resultado electoral a favor de Trump, esto no significa que los republicanos cedan ante los demócratas.

Un vistazo a la experiencia del mandato presidencial del demócrata Barack Obama pone de relieve que los republicanos, después de obtener la mayoría en el Congreso, pusieron en muchos casos trabas a sus medidas.

Ahora, también se cree que se repetirá el mismo escenario para Biden si los republicanos obtienen mayoría en el Senado, al tiempo que las elecciones presidenciales de noviembre demostraron que los cimientos de la democracia estadounidense son tambaleantes y huecos.