A principios de mayo, los soldados sirios lanzaron una amplia operación para liberar la provincia noroccidental de Idlib, donde el grupo Hayat Tahrir Al-Sham, una coalición de la que forma parte el antiguo Frente Al-Nusra, logró hace meses numerosos avances frente a grupos rivales e incrementó su control. Hasta ahora, las fuerzas gubernamentales se han hecho con el control de varias localidades.
Desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU), EE.UU. y sus aliados hicieron sonar la alarma sobre la situación y acusaron a Siria y a Rusia de realizar ataques contra los civiles y desplazarlos.
Siria arremetió contra el doble rasero de Occidente. Denunció que cada vez que el Gobierno ataca a los terroristas, las potencias occidentales llaman a una reunión del Consejo de Seguridad, mientras callan cuando se trata de los ataques mortíferos de la coalición liderada por EE.UU. contra civiles en provincias como Al-Raqa.
China y Rusia abogaron también por combatir el terrorismo en Siria para ayudar a restablecer la seguridad y la estabilidad en el país.
Irán, a su vez, pidió el fin de la presencia de los terroristas en Idlib. Teherán exigió, asimismo, la retirada de las fuerzas estadounidenses de Siria, cuya presencia no cuenta con el aval de Damasco, en una flagrante violación de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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