Aunque las investigaciones revelaron que 15 de los 19 secuestradores eran saudíes, y algunos de ellos vinculados a la embajada saudí en Washington, el Gobierno de Estados Unidos atacó a Afganistán para capturar al líder saudí de Al-Qaeda, Osama bin Laden, quien supuestamente se había escondido entre los talibanes.
En ese entonces, el grupo armado Talibán controlaba la mayor parte de Afganistán. Durante la guerra civil afgana, ocuparon el consulado iraní en 1998, asesinando a 10 diplomáticos iraníes y a un periodista. Los miembros de Talibán siguen la ideología wahabí, amenazaron con invadir Irán en numerosas ocasiones, por lo que en las fronteras orientales había tropas del Ejército iraní a la espera.
La guerra en Afganistán no fue fácil ni para la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ni para Estados Unidos. Husein Musavian, un exdiplomático iraní, dice que Irán también quería que cayeran los Talibán, por lo que la Alianza del Norte, que mantenía relaciones cercanas con Irán, proporcionó a las fuerzas de EE.UU. información de inteligencia que ayudó a la coalición en la conquista de Kabul.
Sin embargo, en enero de 2002, el expresidente estadounidense, George W. Bush, dijo que Irán era uno de los ejes del mal. Esto demostró que, en el fondo, el Gobierno de Estados Unidos lo único que quería era destruir a la República Islámica de Irán.
Bush logró debilitar a las fuerzas talibanes financiadas por Arabia Saudí. Pocos meses después, él mismo lideró un ataque contra Irak, en un intento por destruir a otro exaliado; en esta ocasión el exdictador iraquí Saddam Husein.
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