Publicada: domingo, 16 de febrero de 2025 2:27

El sheij Raqeb Harb, líder fundador de Hezbolá, fue un faro de entrega, dedicación y humildad, que consagró toda su vida a servir a su pueblo y resistir la ocupación israelí, contó su hija al sitio web de Press TV.

Por Hiba Morad

En una conversación abierta con motivo del 41.º aniversario de su martirio, Hawraa Harb relató que su padre prefería abrazar la muerte antes que soportar la ocupación y la humillación.

Cuando regresó al Líbano desde la ciudad santa iraquí de Nayaf en 1974, el sheij Harb emprendió una misión profunda, arraigada en la caridad, la fe y un compromiso inquebrantable con su tierra natal.

Su devoción absoluta hacia su pueblo en el Líbano y su causa lo convirtieron en una piedra angular para la fundación y el fortalecimiento de la Resistencia Islámica en el sur del Líbano y el oeste de Bekaa.

Venerado como el mártir de la Resistencia Islámica, su arresto por las fuerzas de ocupación israelíes en 1983 marcó un momento definitorio en su lucha contra la entidad sionista y sus aliados.

Una fuerza implacable contra la ocupación israelí desde la invasión de 1982, el sheij Harb se mantuvo firme hasta su asesinato a manos de colaboradores sionistas en Jibsheet, el 16 de febrero de 1984.

No a la deshonra

Hablando con el sitio web de Press TV, Hawraa Harb subrayó la determinación inquebrantable de su padre, afirmando que nada podía apartarlo de su camino ni debilitar su convicción.

Con el corazón de un león, el sheij Raqeb Harb se mantuvo firme en la defensa del Líbano frente a la ocupación israelí. A menudo decía a familiares y amigos: “Viviremos con dignidad en nuestra tierra; jamás aceptaremos la humillación”.

“Él creía firmemente que rendirse al ocupante era aceptar la humillación, algo que jamás podría tolerar. Para él, era mucho mejor morir a manos del enemigo israelí defendiendo la dignidad y la tierra que vivir en la deshonra”, afirmó su hija.

“En una ocasión, cuando un soldado israelí comentó: ‘Sheij, el ejército israelí es fuerte’, el sheij Harb, sin siquiera levantar la vista, respondió fríamente: ‘Dios es más fuerte. Dios es el más fuerte de todos’”.

El sheij Raqeb Harb no era un hombre de palabras vacías: vivía según sus convicciones, siempre en la primera línea de las manifestaciones contra la ocupación israelí del Líbano, recordó Hawraa.

Su espíritu indomable y sus principios inquebrantables lo llevaron a defender la resistencia armada como la única respuesta efectiva a la brutal ocupación sionista.

El sheij Ragheb Harb fue asesinado por Israel por enfrentarse a su ocupación.

 

Él rechazó categóricamente cualquier forma de negociación o diplomacia con el enemigo, considerando tales esfuerzos una traición que solo legitimaría su presencia ilegal e ilegítima.

Su postura inquebrantable se convirtió en un estandarte de la resistencia, avivando la esperanza y la determinación de quienes soñaban con un Líbano libre y soberano.

La firmeza de Sheikh Ragheb Harb alcanzó tintes legendarios. Cuando un comandante israelí lo visitó con la expectativa de un gesto de cortesía, él se negó a estrecharle la mano y declaró: “Nuestra posición es la lucha armada, y un apretón de manos sería una rendición.”

Sus palabras resonaron profundamente, consolidando aún más su papel como una figura guía en la resistencia.

En uno de sus discursos, afirmó: “Los sionistas han sido engañosos y embusteros a lo largo de la historia. La resistencia en Líbano y Palestina ha ridiculizado la ocupación y cambiado el curso de la historia.”

Nacido del imperativo de resistir la agresión israelí, el movimiento de resistencia llevó su impronta indeleble. Sus incansables esfuerzos garantizaron que su nombre fuera recordado con reverencia, no solo en Líbano, sino en toda Asia Occidental, donde sigue siendo un símbolo de desafío y fe inquebrantable.

Un modelo a seguir

Para su hija, Sheikh Harb era más que un líder de la resistencia. Era un faro de guía, un hombre cuyas acciones hablaban más que sus palabras, alguien que predicaba con el ejemplo.

“Nos mostró el camino correcto a través de sus actos, no solo con palabras. Era bondadoso y compasivo, especialmente con los huérfanos, paciente con quienes cometían errores y siempre supo cómo adaptarse a diferentes personas y situaciones”, relató Hawraa.

A pesar de su prominencia, vivió con humildad, ajeno a la riqueza material. Nunca buscó lujos ni comodidades, conformándose con las comidas más sencillas que preparaba su esposa.

“Nadie podría imaginar su estilo de vida austero, especialmente porque los líderes de grupos políticos suelen llevar vidas opulentas. No tuvo casa propia durante mucho tiempo y solo compró una cuando ya tenía cinco hijos, unos doce años después de casarse”, contó su hija al sitio web de Press TV.

Pero incluso cuando finalmente construyó su hogar, su generosidad no tuvo límites. el sheij Harb, conocido como un padre para los huérfanos, destinó tres de las cinco habitaciones de la casa a 47 niños que no tenían a dónde ir.

La cocina, el baño y el balcón eran espacios compartidos, y su esposa cocinaba para todos.

Sin embargo, su cuidado por los huérfanos iba mucho más allá de proporcionarles refugio y alimento. Se involucraba personalmente en sus vidas, pasando tiempo con ellos, riendo, jugando y llenando el vacío dejado por sus padres.

Los alentaba a desarrollar su creatividad a través de actividades enriquecedoras, organizando representaciones teatrales y ceremonias que les devolvían la alegría.

A través de sus acciones, Sheikh Ragheb Harb trascendió su papel como líder de la resistencia. Se convirtió en un símbolo de entrega desinteresada, un hombre cuya huella sigue inspirando a generaciones que luchan por la justicia, la dignidad y la libertad.

Incluso después de construir un orfanato y trasladar allí a los niños, su compromiso nunca flaqueó. Hawraa recordó cómo los visitaba con frecuencia, jugaba con ellos y los arropaba antes de dormir.

Estaba convencido de que los niños nunca debían ser castigados ni reprendidos, sino guiados con amabilidad para que se sintieran seguros y valorados.

Sheij Harb era conocido por su dedicación al cuidado de los huérfanos y sus necesidades.

 

“Lo mismo aplicaba para mis hermanos y para mí. Nos enseñó a distinguir lo correcto de lo incorrecto de manera amorosa, y ahora criamos a nuestros hijos de la misma forma”, compartió Hawraa.

Su generosidad no conocía límites. Nunca ahorraba dinero para sí mismo, asegurándose en cambio de que aquellos a su alrededor estuvieran bien cuidados.

Ya fueran familiares, amigos o completos desconocidos, el sheij Harb ayudaba a todos sin dudarlo. Incansablemente, ponía a los demás antes que a sí mismo, siempre priorizando sus necesidades sobre las suyas propias.

“Era muy modesto, nunca trataba a nadie con superioridad y vivía entre la gente. Los visitaba, tomaba té con ellos y se interesaba por sus vidas, problemas y preocupaciones”, recordó Hawraa.

Fiel a su carácter, el sheij Ragheb siempre fue el primero en intervenir en tiempos de dificultad.

Hawraa recordó un momento que reflejaba su profunda preocupación por el bienestar de los demás.

Un agricultor de su pueblo sufrió una ruina financiera cuando todo su rebaño de vacas pereció, dejándolo sin fuente de ingresos. Sin vacilar, el sheij Harb movilizó a los hombres del pueblo, recaudando fondos para ayudar al agricultor a comprar un nuevo rebaño y reconstruir su sustento.

No se trataba solo de caridad, sino de un cuidado meticuloso y directo por su comunidad, una prueba de su compromiso inquebrantable con aquellos que más lo necesitaban.

El estatus de la mujer

El sheij Harb fue un firme defensor de los derechos de la mujer, viéndolas como iguales en humanidad y dignas de respeto, amabilidad y oportunidades.

Animó a su esposa a educar a las mujeres en su comunidad, empoderándolas para que asumieran roles activos en la sociedad. Bajo su apoyo, se establecieron asociaciones de mujeres en todo Líbano, proporcionando una plataforma para la recaudación de fondos, discusiones significativas y fomentando la unidad entre las personas.

Hawraa habló con cariño sobre la relación de sus padres, describiéndola como una basada en la admiración y el respeto mutuo.

“La relación de mis padres fue de admiración, respeto, amor y cuidado. Él veía a su esposa como una compañera sagrada y trabajaba arduamente para hacerla sentir cómoda y feliz. Conocía su valor y la animaba a reconocer su importancia. Nunca los escuché pelear, y siempre pasaba su tiempo libre con nosotros”, afirmó.

Su impacto se extendió mucho más allá de su familia. La resistencia, forjada para desafiar la ocupación israelí, se vio fortalecida por sus monumentales contribuciones, ganándose un legado perdurable en Líbano y toda la región de Asia Occidental.

Pero su influencia no se limitó al campo de batalla. Vivió a través de sus enseñanzas, sus valores y las vidas que tocó. Hasta el día de hoy, su legado sigue siendo una fuerza orientadora, inspirando a generaciones con sus principios, humildad y dedicación inquebrantable a la justicia.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.