Publicada: domingo, 11 de junio de 2023 9:31

Este artículo pretende analizar la figura del “liberal” en la República Islámica de Irán, desde un punto de vista discursivo.

En primer lugar, citando a la académica Toula Nicolacopoulos, se sostiene que la resistencia al liberalismo, tanto en el presente como en el pasado, se percibe como una decisión irracional y casi patológica. El liberalismo, como sistema político y social, es tan dominante que oponerse a él se considera el resultado de una mente irracional y no civilizada.

Según la narrativa del liberalismo, se argumenta que las mentes irracionales están destinadas a ser "salvadas" por el discurso liberal. Esta salvación implica, en el caso de los musulmanes, la eliminación de todas las resistencias epistémicas que les impiden ser asimilados al proyecto del "Westernesse". Aquellos musulmanes que se opongan a esta reforma (es decir, aquellos que se nieguen a aceptar la linealidad del "From Plato to Nato") deben ser obligados, tanto física como epistémicamente, a aceptar el liberalismo hegemónico, ya que esta resistencia pone en peligro el proyecto totalitario del "Westernesse". 

El antropólogo Talal Asad ha explicado la visión político-teológica en la que se basa el discurso occidental. Este discurso condena toda forma de violencia perpetrada por seguidores no-racionales del Islam, al mismo tiempo que muestra disposición para emplear violencia contra esos mismos seres considerados irracionales. 

La teología política del "Westernesse" se caracteriza por ser una visión homogeneizadora y totalitaria, en la cual los dones de la salvación se distribuyen de manera racial. Este discurso se construye principalmente en torno a la alteridad y la violencia. A pesar de su objetivo de convertirse en el único lenguaje político posible, esta teología política es en realidad un lenguaje profundamente pre-político.

Esta única gramática liberal impide la generación de antagonismos y, por lo tanto, la emergencia de lo político. Es en ese mundo pre-político donde se defiende la homogeneización epistémica, lo cual obstaculiza la aparición de otras formas de estar en el mundo políticamente, de otros mundos políticos.

 Esa armonización es violenta y estática, ya que evita cualquier posibilidad política de cambio. La gramática e ideología totalitaria del "Westernesse" no permite futuros alternativos al presente en términos políticos. El futuro se reduce a una proyección global del "Westernesse".

En Irán, el discurso del "Westernesse" considera al Islam, especialmente al Islam articulado políticamente, como una patología. En la República Islámica, encontramos uno de los ejemplos de la patologización del Islam político en las memorias de la psiquiatra Gohar Homayounpour. Homayounpour compara Grecia, considerada el supuesto origen del discurso occidental, con Irán, que se convierte en el negativo de Grecia. En su comparación, Homayounpour contrasta el Cristianismo como una "religión racional" con el Islam como un "discurso irracional".

La patologización del "musulmán irracional" también se refleja en su supuesta incapacidad para la tolerancia. El argumento plantea que solo dentro del discurso del "Westernesse" es posible abandonar la intolerancia y el barbarismo. Según esta visión, el sujeto tolerante es aquel que es autónomo, no está marcado discursivamente, es libre y tiene agencia. Se argumenta que el musulmán no es tolerante porque no ha logrado convertirse en un sujeto autónomo y racional.

Posiblemente, uno de los ejemplos más destacados del liberalismo-Westernesse en la República Islámica sea la figura del ex-presidente Mohammed Jatami. Jatami creía que su presidencia podía establecer las bases para un diálogo entre civilizaciones que permitiera resolver los malentendidos políticos a nivel mundial.

La idea de un diálogo de civilizaciones, tal como fue planteada por Jatami, no toma en consideración las diversas formas en que se distribuye el poder. En otras palabras, Jatami sostiene que este diálogo se desarrolla en un escenario donde no existen diferencias sustanciales de poder, una perspectiva que también es defendida por el filósofo alemán Jürgen Habermas, quien ha ejercido una gran influencia en Jatami.

Jatami sostiene que la división entre Occidente y el Resto es una brecha que puede ser superada, pero no comprende la dimensión ontológica de esta división. Es decir, cree que un simple diálogo puede superar esta división sin comprender cómo se articula políticamente, con la cuestión de la raza como principio articulador.

La idea de un "diálogo de civilizaciones" es concebida como un espacio en el cual la dimensión política está ausente. Al ser un espacio no-político, no es necesario tomar partido entre "nosotros" y "ellos". Se confía en que esta comunicación total, sin restricciones, pueda resolver las diferencias. Sin embargo, cualquier intento de romper esta dinámica y permitir el surgimiento de lo político, junto con la emergencia de mundos alternativos, se percibe como una amenaza o una desviación patológica.

Efectivamente, Jatami no es la única figura liberal en la República Islámica, aunque posiblemente sea la más relevante. El liberalismo en Irán se manifiesta a través de diversas voces y enfoques, como Soroush, Rouhani, Sadegh Zibakalam, entre otros. Las diferentes disputas internas dentro del liberalismo-Westernesse en Irán se pueden comparar con disputas intrafamiliares. Son disputas que ocurren dentro del discurso del liberalismo en Irán.

En conclusión, podemos afirmar que el proyecto político-teológico del Westernesse busca establecer una supuesta comunidad política universal, pero al hacerlo, excluye a aquellos que son identificados como "los otros". El Westernesse, como proyecto aparentemente universal, necesita mantener la seguridad discursiva al expulsar (y utilizar otras formas de violencia similares) a aquellas poblaciones que buscan reintroducir lo político y nuevas formas políticas de existir en el mundo.

Por Xavier Villar