Detrás de la Razón: ¿Libertad de expresión o hipocresía?
El semanario satírico francés Charlie Hebdo reedita caricaturas que generaron gran indignación en el mundo musulmán porque blasfemaron contra el Profeta del Islam (la paz sea con él) e insultaron a una confesión religiosa de 1800 millones de fieles.
Y, ahora, ¿por qué la revista francesa Charlie Hebdo busca incitar al odio religioso, hay alguna agenda detrás de ello? Yo pregunto, ¿a quién le gusta que se burlen de su familia, su país o religión? El fuero interno nos guía: el respeto a los derechos humanos de todos se superpone a la libertad de expresión.
Alzamos la voz de condena contra el semanario galo Charlie Hebdo porque, a sabiendas de herir la sensibilidad de los fieles del Islam, vuelve a abusar del derecho a la libertad de expresión y el uso de la sátira para incitar a la islamofobia.
Este semanario es conocido también por blasfemar cuando quiere y como quiere no solo contra el Islam, sino otras religiones monoteístas. Además promueve la división entre las sociedades occidentales y orientales, aún en la misma Francia, un país multicultural, con una considerable población musulmana.
Francia, cuyo lema oficial es liberté, égalité, fraternité (en español, libertad, igualdad, fraternidad), deja mucho que desear en su juego de palabras, defensa a ultranza de la libertad de expresión para ofender al Islam, pero justicia severa cuando alguien o algunos se burlan de sus héroes nacionales (Charlie Hebdo fue censurado por burlarse de Charles de Gaulle), ¿por qué ese doble rasero?
Lastimosamente, el odio religioso, la islamofobia, la xenofobia han ampliado su radio de actuación a nivel mundial, pero en Europa preocupa sobremanera. En Suecia, grupos contra el Islam quemó una copia del libro Sagrado de los musulmanes. Suiza en 2009 prohibió la construcción de más minaretes. En 2019, creció un 130 por ciento los actos islamófobos en Francia, país que ha perseguido el hiyab. Eso por decir algunos ejemplos hay muchísimos.
Esa postura terca, el uso baladí de la libertad de expresión tenía ciertos simpatizantes, pero con esta reedición, Charlie Hebdo ha quedado en evidencia, no solo su falta de tacto, su postura infantil y temerosa, sino también su afán económico, pues a cuenta de que empieza el juicio contra otros acusados del atentado, triplicó la tirada de sus ejemplares y piensa seguir en esa vía.
Expertos en geopolítica afirman que los Gobiernos utilizan las estrategias de efecto inmediato para desviar la atención de los problemas internos, en especial cuando no pueden solucionarlos, así tal vez este es el caso del presidente francés, Emmanuel Macron, que en lugar de tomar cartas en el asunto para evitar más tragedias, optó por defender la blasfemia.
Más de 1800 millones de musulmanes hay en este planeta, es la religión que más crece, según el centro de investigación estadounidense Pew. Entendemos, entonces, que se debe considerar la sensibilidad de esos fieles y respetar su libro sagrado El Corán y sus divinidades tanto como hay que hacerlo con otras religiones. También es cierto que existe espacio para disentir, criticar, oponerse, pero en el marco del respeto al derecho ajeno.
La tolerancia a la religión es de gran importancia y ya es hora de quitarse las máscaras y dejar el doble rasero. Blasfemar contra el sagrado Corán y los profetas es aceptado en el Occidente, pero ¿cómo en ese mismo Occidente solo abordar o cuestionar el Holocausto, como en Alemania, Austria, Bélgica, Suiza puede costarle penas de cárcel?
Nuestros abuelos siempre nos enseñaban buenos modales, el decoro. También lo hacían nuestros maestros en las clases de ética y moral. Son prácticas que lastimosamente se van perdiendo, bajo la excusa del avance de la tecnología, la globalización, pero que urge rescatarlas hoy más que nunca.
A veces se abusa de la sátira, la burla de manera poco inteligente, especialmente, cuando no se tiene argumentos para refutar a la contraparte. A veces, los tabloides, semanarios de poca resonancia, de poca sustancia recurren a la polémica porque tienen que pagar sus deudas, venderse al mejor postor, pero ninguno de ellos está en la posición de causar inseguridad e inestabilidad a ninguna comunidad ni país. Para los que creemos en la libertad de expresión debemos aceptar que ese derecho tiene un límite.
Por: Cristina Leiva.
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