Publicada: sábado, 20 de febrero de 2016 11:24
Actualizada: martes, 12 de julio de 2016 14:22

Un artículo de Michael Hudson, y Paul Craig Roberts, alude a la importancia de la soberanía monetaria como elemento fundamental de la soberanía nacional, en relación con las perspectivas de algunas privatizaciones que eventualmente se realizarán en Rusia.

Una reciente nota de Michael Hudson, profesor y analista financiero, y Paul Craig Roberts, profesor y ex sub-secretario del Tesoro de los EEUU entre 1981 y 1982 (durante la presidencia de Reagan), alude a la importancia de la soberanía monetaria como elemento fundamental de la soberanía nacional, en relación con las perspectivas de algunas privatizaciones que eventualmente se realizarán en Rusia. El título del artículo es contundente: "La privatización es la estrategia atlantista para atacar a Rusia" (les recomiendo a los lectores que lo lean completo a través del enlace).

Más allá de compartir o no la apreciación de los autores respecto del grado de densidad de las privatizaciones dentro de lo que es la agresión occidental contra Rusia, al punto de que Hudson y Roberts afirman que esto constituye "la" estrategia, indudablemente apuntan a uno de los planos fundamentales en los que se expresa la guerra imperialista, plano que va mucho más de las simples consideraciones con pretensiones apolíticas que atribuyen a cuestiones simplemente técnicas de manejo monetario la solución de los problemas económicos, cuando en realidad es exactamente al revés: estas explicaciones "sólo" técnicas en realidad lo que intentan es disimular precisamente quiénes son los beneficiarios concretos de las medidas "técnicas" propuestas, que por lo general no son otros que los oligarcas de las finanzas que lucran "prestándole" al Estado.

Pero ¿qué dicen Paul Craig Roberts y Michael Hudson en su nota? Advierten que, aunque Putin admite la posibilidad de que se realicen estas privatizaciones (grupo de empresas de las que las más importantes y simbólicas son Rosneft, el Banco VTB, Aeroflot, y los Ferrocarriles de Rusia) pero con muchas restricciones, (a saber: los precios de las ventas de estas empresas actualmente en manos del Estado ruso deben ser lo suficientemente altos no sólo en relación con su valor presente -afectado por cuestiones de la coyuntura económica- sino en relación a su valor en prospectiva; deben permanecer en jurisdicción rusa, sujetas a las leyes y regulaciones rusas, con restricciones para mantener su capital dentro de Rusia; no se podrán comprar con crédito interno de la banca nacional rusa -para obligar a ingresar capital desde afuera; entre las más importantes condiciones establecidas recientemente), las privatizaciones no se justificarían en relación a los fines por los cuales se aduce que hay que hacerlas. Porque para resolver un problema presupuestario de corto plazo (el argumento principal para estas privatizaciones es resolver el "problema" del déficit fiscal) es muy mala decisión enajenar activos estratégicos que deterioran la relación de fuerzas entre los grandes capitalistas y el Estado que pretenda "compensar", tal el concepto que usan los autores, la concentración monopolista privada.

Y aquí Hudson y Roberts entran de lleno en la cuestión de la moneda, que es entrar de lleno en la cuestión financiera. Lo que dicen estos dos prestigiosos economistas estadounidenses en este sentido, además de sencillo, es muy lógico y coherente: afirman que es innecesario (salvo para que lucre el capital financiero, observación mía) que se cree dinero a través del endeudamiento, cuando el mismo puede crearse a través de la emisión de moneda del Banco Central, y monetizar de esa forma el déficit público. "El gobierno ruso debe financiar su déficit presupuestario haciendo que el Banco Central cree todo el dinero que sea necesario, al igual que hacemos los EE.UU. y el Reino Unido", sentencian. Afirman, además, por si quedara alguna duda, "la monetización de la deuda es una práctica común en Occidente. Los gobiernos pueden ayudar a reactivar la economía mediante la impresión de dinero en lugar de endeudar al país con acreedores privados que drenan el sector público de fondos a través de los pagos de intereses a esos acreedores".

La aparición de este artículo no sólo puede resultar oportuna en función de analizar la actual tensa situación internacional donde la agresión occidental contra Rusia está recrudeciendo, sino que resulta sumamente oportuna en función de lo que está sucediendo, desgraciadamente, en la Argentina hoy, donde el gobierno de Macri se arrastra penosamente rogando que los (fondos) buitres picoteen.

El principal clishé que en Argentina usan los cipayos macristas para justificar las medidas estúpidas que están tomando es que el gobierno anterior abusó de la emisión de moneda y entonces es necesario cortar con dicha emisión y entrar en un nuevo proceso de re-endeudamiento del Estado, principalmente con acreedores externos. Exactamente lo que pretenden algunos sectores de la burguesía en Rusia, vinculados al capital financiero occidental, y que es contra lo que advierten Roberts y Hudson, de manera enfática, con estas palabras: "la excusa aducida por las autoridades rusas para la venta de estas empresas en la actualidad es la de financiar el déficit del presupuesto nacional. Esta excusa muestra que Rusia todavía no se ha recuperado del desastroso mito occidental atlantista de que Rusia debe depender de los bancos y tenedores de bonos extranjeros para crear dinero, como si el banco central ruso no pudiera hacer esto mismo mediante la monetización del déficit público". Cambiemos (¡justamente el nombre de frente electoral del cipayaje que acaba de llegar a la presidencia argentina!) algunas palabras -"autoridades rusas" por autoridades argentinas, "venta de estas empresas" por arreglo con los fondos buitres- y entonces Hudson y Roberts podrían decir exactamente lo mismo hablando de la Argentina.

Pero en Argentina son muchos los periodistas enemigos del país, los "nariz parada" que se afanan en la alcahuetería ilustrada, que no se sonrojan de expresar justamente lo contrario, porque comen del mismo plato que las hienas que pretenden depredar la nación. Uno de ellos se llama Jorge Fernández Díaz, que en el tradicional diario La Nación todos los domingos se explaya con su pedantería hedionda: "la Pasionaria del Calafate -dice Fernández Díaz este domingo 14 de Febrero refiriéndose a la ex Presidenta-, como si no hubiera aprendido de la historia, siguió la nefasta tradición de emitir a ciegas y jugar con fuego; primero fue una llamita, luego una hoguera, hoy es un incendio con récord mundial", culmina en la exageración de su propaganda entreguista, culpando de la actual creciente inflación no a las múltiples desregulaciones de Macri que destaron un descontrol en espiral, sino a la "herencia" de la gestión saliente.

Ese mismo día, en el mismo diario, otro artillero contra Argentina, Néstor Scibona, en una nota titulada "menos emision, más deuda", hace su aporte explícito a alimentar el "desastroso mito occidental atlantista", relatando que "la alternativa elegida por la Casa Rosada pasa este año por cambiar su forma de financiamiento para reducir presiones inflacionarias en los próximos meses. En otras palabras, prevé un menor uso de la 'maquinita' del Banco Central para emitir pesos y una mayor colocación de deuda, principalmente externa". Y remata que "aquí es donde resulta clave poner fin al default parcial de la deuda bajo legislación extranjera para reabrir el acceso al crédito externo a tasas más bajas".

Más allá de que esto termine dando resultados o no para reducir la inflación (que en estos momentos está aumentando y no por las medidas de Kicillof, que objetivamente estaba logrando que la inflación fuera disminuyendo, hasta que el anuncio devaluatorio de Macri y su posterior victoria electoral la volvieran a disparar), lo objetivo es que Argentina perderá la soberanía nacional, tal como lo advierten los dos economistas citados refiriéndose a Rusia.

Porque al fin de cuentas la inflación es expresión de la lucha entre diferentes actores económicos, tal como el ruido puede serlo en la batalla. Justamente una de las demostraciones de que esa lucha estaba teniendo ganadores claros es precisamente que la inflación, hasta noviembre último, había ido bajando (el ruido de la batalla había ido amainando porque el Estado se estaba imponiendo). Puede ser que en el futuro la inflación logre bajar y estabilizarse, pero en este caso, con el gobierno macrista, eso será un ejemplo de que, en la lucha entre distintas fracciones de capital y entre los trabajadores y los capitalistas, habrá ganado la fracción más extranjerizante y pro-occidental del capital. En este caso la baja de la inflación habrá sido resultado de la victoria indubitable de la banca extranjera anglosajona. Yo veo improbable que logren estabilizar los precios, porque los trabajadores y el pueblo argentinos tienen mucha capacidad de lucha, porque las "bajas tasas" de interés que dicen que conseguirán si Argentina acuerda con los fondos buitres son en realidad una falsa expectativa, y además por el hecho de que el arreglo "generoso" que Argentina ofrece a los buitres abre la posibilidad de que todos los acreedores que no hayan litigado pretendan igualar -a través de un juicio- el mejor arreglo logrado por los que litigaron, arreglo que, considerando la oferta "generosa", en palabras del mediador Pollack, que acaba de ofrecer Argentina con Macri, supera con creces al que logró el 93% que aceptó los canjes que ofrecieron en su momento los gobiernos kirchneristas.

Porque el problema de la creación de dinero y su impacto en los precios no es un problema de masa monetaria versus bienes y servicios comerciables, así, a lo bruto, que es como explican los vampiros del sistema financiero el cuentito de la emisión y la inflación, sino que es un conjunto de factores donde uno de los más importantes es adónde va a parar la nueva emisión y qué es lo que se hace con ella. Es decir, qué es lo que financiamos con la emisión. Porque emitir títulos públicos es emisión (que esto es lo que no dicen ni Fernández Díaz ni Schibona): genera valores dinerarios. O sea que aquí, con los títulos públicos que se emitan para tomar deuda en el exterior, no es que se para la emisión, sino que lo que hará Sturzenegger, el actual presidente del Banco Central Argentino (hoy procesado por la estafa del megacanje con el gobierno de De la Rúa, una de las operaciones que llevaron a la Argentina al estrepitoso default de 2001) es cambiar el tipo de emisión y hacia quien se direcciona: en vez de financiar con emisión de moneda nacional importantes gastos del Estado en salarios, jubilaciones y seguridad social en general, en ciencia y tecnología, etc. (lo que redunda en más mercado interno); financiará la tasa de interés de los usureros, emitiendo títulos. La emisión ahora, cambiará su naturaleza y su destinatario. Y la inflación podrá ser o no ser alta, pero no dependerá de la emisión en sí, en términos cuantitativos, sino de la propiedad de esa emisión, a la vez que de la propiedad de los medios de producción y distribución de la economía en general, es decir, de los formadores de precios. Habrá mayor o menor inflación de acuerdo a un conjunto de factores que no son técnicos, sino político-económicos. Lo técnico cuenta cuando no se tiene, por ejemplo, una imprenta de moneda que imprima con suficiente velocidad los medios de pago que se necesitan para determinado fin, o cuando en el país hay una imprenta pero es propiedad privada (con todo lo que ello implica: que los propietarios privados caigan en la tentación de preguntarse porqué no pueden imprimir una parte directamente para ellos; ¿ingeniosa idea no?), lo que, en realidad, también es un problema más bien político que técnico. Lo técnico cuenta cuando el poder político para sostener una paridad de tipo de cambio está basado en la cantidad de moneda extranjera que tenés atesorada en el Banco Central, reserva que es justamente el reaseguro financiero contra que una corrida no altere el valor del tipo de cambio. Pero todas estos elementos no son los mismos en cada economía, porque cada economía tiene una configuración del poder diferente, y los actores económicos no son los mismos. En Corea del Norte, por ejemplo, no tienen el problema de la inflación, y la distribución de bienes y servicios se realiza eficazmente, garantizándose que ello se realice con cierta equidad y equilibrio, pero Corea del Norte no es una economía capitalista. Entonces, cuando se pretende explicar con elementos técnicos lo que es político es porque se quiere encubrir una maniobra contra el pueblo y la nación.

Todos los pseudo-periodistas del estilo de Scibona y Fernández Díaz son entusiastas propagadores del "desatroso mito occidental atlantista", afanosos repetidores de mentiras, cuzquitos ladradores fanfarrones que se sienten seguros al abrigo de la jauría de lobos de Wall Street, ayudando a despedazar la Argentina en estos tiempos donde un apóstol del libre mercado como Macri, con su fanatismo idiota y avaro, está condiciendo el barco frenéticamente al naufragio.

Hacen igual que los que, en la Dictadura Militar o en los años del neoliberalismo de Menem, propagandizaban la desregulación del comercio y hablaban en general en contra del proteccionismo o de los subsidios (de que los eventualmente aplique Argentina), mientras la historia económica y el presente de los Estados Unidos y del Reino Unido demostraba meridianamente que esos países utilizaban abundantemente instrumentos proteccionistas y de subsidio en sus economías. Todo esto queda en evidencia no sólo informándose con algún mínimo de la honestidad de la que estos escribas de los "presstitute" (nombre utilizado en el mundo anglosajón para denominar a la prensa prostituida) carecen, sino además en cada negociación comercial que Argentina encaró en el marco de la Organización Mundial de Comercio, donde los puntos de fricción con los Estados occidentales siempre giraron en torno de los subsidios y el proteccionismo.

Pero no: para estos "acomplejados de inferioridad de todo lo argentino", todo lo que la Argentina haga por sus propios intereses nacionales estará mal, y todo lo que hagan sus endiosados poderosos extranjeros, estará bien. Si Gran Bretaña y Estados Unidos emiten moneda generosamente para financiarse, estará bien; si lo hace la Argentina, estará mal. Y así...

¿Pero: qué le estamos pidiendo a estos alcahuetes sin retorno? Ahora: cuánto daño que hacen ¿no? Y si no, miremos al "periodista" Jorge Lanata, que acaba de comprarse una casita de casi 3 millones de dólares en Miami. Él explica con su cara de piedra que lo logró con un crédito. ¿Habrá salido sorteado en el Procrear (programa de créditos hipotecarios impulsado por el anterior gobierno de Cristina Fernández de Kirchner)? Seguramente...

Las opiniones y conclusiones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de HispanTV.