• Soldados del Ejército chino durante un desfile militar en Pekín (capital de China), 3 de septiembre de 2016.
Publicada: martes, 30 de mayo de 2017 17:20

¿Está surgiendo un patrón peligroso en los lazos EE.UU.-China?, es lo que se pregunta Joshua Rovner en un artículo publicado el martes en ‘The Washington Post’.

El escritor empieza su texto refiriéndose al término “trampa de Tucídides”, usado por Graham Allison en su libro de 2012 para explicar cómo un poder ascendente puede infundir miedo en un poder existente, llevando a una hostilidad y a una desconfianza que pueden derivar en una guerra.

Allison sostiene que China y Estados Unidos están cayendo en esta trampa, que debe su nombre al célebre historiador griego Tucídides y su famosa historia de la Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta, que resultó desastrosa para ambas partes. Ahora, milenios después, a muchos les preocupa que Washington y Pekín se estén encaminando a correr un mismo destino.

A continuación, el escritor explica un poco la guerra entre Atenas y Esparta para después comparar la situación de entonces con la de hoy en día respecto a Washington y Pekín, y cómo una eventual guerra entre las dos potencias mundiales podría resultar en una situación peligrosa y destructiva.

Volviendo a la actualidad, el escritor opina que la guerra está lejos de ser inevitable, pero al mismo tiempo asegura que si Washington y Pekín hicieran lo mismo, cada uno sería capaz de retirarse con seguridad en caso de retrocesos tempranos de la guerra. Sin embargo, apunta al caso de Taiwán y a las zonas marítimas en disputa como los posibles puntos de inflexión que podrían desencadenar una confrontación.

 

Además, Rovner habla de la posibilidad de que las partes intentaran interferir en las comunicaciones de la otra y cegar así las capacidades de Inteligencia de la contraparte para promover confusión en el campo de batalla y dificultar la coordinación de operaciones complejas. En este caso, para EE.UU., el objetivo sería tomar la iniciativa, asegurarse la libertad de movimientos en las aguas cercanas a la parte continental de China, superar las armas antiacceso y ganar tiempo para que lleguen refuerzos superiores a la región. Para China, significaría obligar a EE.UU. a luchar más lejos de la costa, lo que podría impedir que defendiera de forma eficaz a sus aliados y socios regionales.

Aunque este tipo de planes puede sonar bien en teoría, la realidad es que ambas partes se esforzarán por garantizar la seguridad de sus comunicaciones frente a ataques debilitantes, dice el escritor, para después recordar que la niebla y la fricción de la guerra también podrían perjudicar los planes operativos que dependen de ataques precisos con poco margen de error.

Estando así las cosas, los líderes de ambos países, asimismo, podrían estar tan preocupados por una escalada nuclear que reducirían sus movimientos iniciales, disminuyendo aun más su efectividad. Por eso, un arreglo político rápido podría ser la respuesta racional, pero debido al hecho de que ambas partes estarían dispuestas a asumir un gran riesgo para dominar el mundo a través de una guerra, les resultaría difícil soportar la idea de retroceder, sobre todo si no han sufrido muchos daños.

Para acabar, Rovner concluye que esta es una receta para una larga y dura guerra entre Washington y Pekín, versión actual de la “trampa de Tucídides”. “La geografía, la política y el equilibrio marítimo-terrestre en el este de Asia crean una situación que puede dar lugar a combates prolongados. La tarea central de los estrategas es averiguar cómo escapar de ello. Si no pueden, la única alternativa es evitar la guerra en primer lugar”.

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