Una estremecedora fotografía de Husein, una niña yemení de siete años, fue publicada la semana pasada por el diario estadounidense The New York Times y provocó reacciones apasionadas en todo el mundo.
Ayer jueves, la familia de Amal comunicó al mismo medio estadounidense que la niña había perdido la vida en un campamento de refugiados situado a unos 6,5 kilómetros del centro médico más cercano.
“Tengo el corazón roto. Amala siempre estaba sonriendo. Ahora estoy preocupada por mis otros hijos”, dijo la madre de Amal, Mariam Ali.
Tengo el corazón roto. Amala siempre estaba sonriendo. Ahora estoy preocupada por mis otros hijos”, dijo Mariam Ali, la madre de Amal, la niña yemení de siete años que falleció de desnutrición severa.
La imagen de Amal giró los ojos del mundo hacia la crisis de Yemen, si bien no es en absoluto el único caso de niño yemení en gravísima situación de salud por la campaña de agresión librada desde marzo de 2015 por Arabia Saudí y sus aliados contra el país más pobre del mundo árabe.
Efectivamente, Amal figuraba entre los más de siete millones de menores yemeníes que enfrentan una grave amenaza de hambruna, según cifras proporcionadas el miércoles por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por su acrónimo en inglés).
A juicio del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la guerra saudí contra Yemen ha ocasionado “la mayor crisis humanitaria del mundo”, con unos 22 millones de personas que necesitan ayuda para sobrevivir.
Este viernes, Amnistía Internacional (AI) ha alertado de “la crueldad” de la brutal agresión saudí y ha pedido a la comunidad internacional que rompa el silencio ante las incesantes violaciones por Riad de los derechos humanos de sus empobrecidos vecinos meridionales.
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