• El presidente de EE.UU., Donald Trump, se cruza con el príncipe heredero saudí, Muhamad bin Salman Al Saud, durante la Cumbre del G20, 29 de junio de 2019.
Publicada: domingo, 10 de mayo de 2020 16:39

Todas las evidencias apuntan a que la luna de miel entre el príncipe heredero saudí, Muhamad bin Salman, y el presidente Trump está a punto de finalizar.

La razón detrás del estancamiento de las relaciones del príncipe heredero de Arabia Saudí, Muhamad bin Salman Al Saud, con el Gobierno de EE.UU. se puede percibir en la total rendición del gobernante de facto del reino saudí a los designios de la Casa Blanca, así comienza su artículo periodístico Bobby Ghosh, recientemente publicado en el portal estadounidense Bloomberg.

Este enfriamiento se hizo patente durante una conversación telefónica mantenida el pasado 2 de abril por el presidente de EE.UU., Donald Trump, con Bin Salman, en la que este último, aparentemente aturdido por lo que le estaba transmitiendo su interlocutor, pidió a sus colaboradores, presentes en la sala, dejarle a solas para que no atestiguaran las intimidaciones, proferidas desde el otro lado del aparato, a su persona, anota el columnista indio-estadounidense en su texto.

De este modo, añade, no hubo cortesanos saudíes para presenciar las amenazas e intimidaciones que le llovían a su príncipe por parte de su, hasta hace poco, aliado y valedor estadounidense.

En efecto, Trump le estaba amenazando con la plena retirada de las tropas estadounidenses desplegadas en las bases militares del reino si los saudíes no reducían la producción de petróleo en sus campos energéticos.

 

En aquel momento, Bin Salman difícilmente podría haber pasado por alto las terribles implicaciones que le iba a acarrear su osadía de no considerar las peticiones de su maestro, ya que, simplemente, Trump le dejó bien claro, con la tosquedad que le caracteriza, que la familia reinante de los Al Saud podría perder su trono en menos de dos semanas sin el respaldo militar de EE.UU.

Esta clara insinuación de Washington hizo que el príncipe heredero saudí no tardara ni diez días en recapacitar su postura y aceptara, a regañadientes, poner fin a su disputa petrolera con Rusia, de tal modo que ambas naciones se comprometían a reducir la producción de petróleo en un intento por contener el derrumbe del precio del crudo en los mercados internacionales.

Conforme al articulista, Trump percibió gran parte del rédito que se derivó del cese de las hostilidades entre Riad y Moscú, pero dejó en una mala posición a su aliado regional en Asia Occidental, al arrinconarle en el cuadrilátero de esa volátil zona inmersa en diversos conflictos geoestratégicos.

Con el paso del tiempo, escribe el periodista, el príncipe heredero se está dando cuenta de que cometió un error estratégico al haber apostado por un solo caballo ganador, que en ese caso se trataría del magnate neoyorquino, quien le ha estado brindando su apoyo militar y económico, indispensable para que pudiera, sin ningún tipo de contratiempos, proyectar sus ambiciones geopolíticas peninsulares con su aventurismo militar sobre su vecino del sur, Yemen.

A estas alturas para nadie es un hecho desconocido que, en marzo de 2015, el entonces ministro de Defensa de Arabia Saudí, el príncipe Muhamad bin Salman, que estaba ansioso por urdir un plan que le llevara a la cúspide del poder en Riad con su nombramiento como heredero de la corona de la dinastía Al Saud, no dudó en incitar a otras naciones a que se sumaran a su maquiavélica campaña militar sobre Yemen y así poder apuntalar sus opciones de cara al meteórico acenso al que aspiraba.

Sin embargo, la coalición liderada por Arabia Saudí está empantanada en el atolladero que ha supuesto ser Yemen por mucho que el inquilino de la Casa Blanca le ha estado ofreciendo su respaldo armamentístico, ya que los saudíes inicialmente proporcionaron unas estimaciones ridículas de cuán rápido se acabaría y cuántos enemigos batirían en esta agresión.

En un principio, la colación agresora saudí pensó que su campaña militar en Yemen tan solo iba a durar unas dos semanas y, en cambio, ya han transcurrido más de cinco años de contienda y todavía está en el atolladero, sin ningún progreso notable para los intereses saudíes y menos aún para los estadounidenses, cuyos congresistas ya vienen reclamando el fin del apoyo de Trump a esta sinrazón de agresión.

Es aquí donde está el quid de la cuestión, puesto que la gran equivocación en la que ha incurrido el príncipe heredero ha sido no proceder a seguir los pasos de sus predecesores en la cúspide del poder del reino saudí de confiar también en las altas esferas del poder legislativo del Congreso de EE.UU., apunta el columnista, para luego explicar que Bin Salman no goza de ninguna simpatía entre las filas de las representantes estadounidenses, ya sean demócratas o republicanos.

Su empecinamiento en seguir a ciegas los imperativos imperiales de su maestro del Despacho Oval sin pensar en sus posibles consecuencias han convertido al príncipe heredero en un paria entre los propios miembros de la familia real, en los 75 años de la alianza saudí-estadounidense.

De acuerdo con Ghosh, Bin Salman está sometido a un ataque casi constante desde todos los sectores del poder establecido en Washington sobre una amplia gama de temas, desde la agresión en Yemen y el encarcelamiento de activistas pro derechos de las mujeres, hasta el asesinato del columnista del rotativo The Washington Post Jamal Khashoggi.

Incluso, agrega, destacables líderes republicanos, como Lindsey Graham, lo consideran “inestable y poco de fiar”. Ante esta coyuntura existe un amplio apoyo bipartidista en Washington para imponer acciones punitivas contra Riad, que van desde restringir la venta de armas hasta exigir justicia para el asesinado Khashoggi.

Es tanta la dependencia de Bin Salman de Trump y el veto de la Casa Blanca para anular cualquier decisión antagónica de los legisladores del Capitolio estadounidense a los intereses creados entre Riad y Washington, que lo hizo muy vulnerable a las tácticas presidenciales de armas tomar.

Irónicamente, precisa el columnista, Trump eligió invocar la hostilidad del Congreso hacia la persona del príncipe heredero en su conversación del 2 de abril para chantajearle, al puntualizarle que, si no cedía y reducía la producción del petróleo, él, como presidente, no podría vetar la ley sobre la retirada de las tropas estadounidenses del reino saudí propuesta por senadores y congresistas.

Dicho y hecho. Una semana después, el senador republicano Bill Cassidy presentó tal proyecto de ley ante el Senado, asevera Ghosh.

 

El príncipe heredero saudí ahora está en apuros, ya que necesita desesperadamente reconstruir puentes con el Congreso, pero esa jugada será más difícil ahora que ha dañado los intereses petroleros de EE.UU., recoge el articulista, para luego señalar que tampoco puede someterse fácilmente a la presión de los legisladores estadounidenses sobre otros temas sin perder su posición ante los suyos y en el mundo árabe.

El momento de su humillación por parte de Trump es especialmente poco propicio: los duros golpes recibidos, a partida doble, por la disputa petrolera y la pandemia global del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, han dañado, en gran medida, la economía saudí y han socavado su ambiciosa agenda de reformas en casa.

Conforme al autor del escrito, el ambicioso plan de Bin Salman para construir una mega ciudad futurista, llamada Neom, entre el desierto y las costas del mar Rojo se enfrenta a una férrea oposición entre los propios miembros de la familia real saudí, que, además, no le perdonan su errada estrategia política, que requerirá mucho esfuerzo y costo para sacar a Arabia Saudí del atolladero yemení con cierta dignidad ante la opinión pública.

En resumen y a modo de colofón, en su artículo de opinión el indio-estadounidense afirma que cualquier esperanza de que el 2020 iba a ser un año de triunfo personal para Bin Salman se ha desvanecido, ya que el príncipe heredero está atrapado exactamente donde el presidente estadounidense lo quería ver.

Los colaboradores y asistentes más cercanos del príncipe heredero saudí deben prepararse para ser excluidos con más frecuencia de las futuras conversaciones telefónicas entre el Palacio Real de Riad y la Casa Blanca, finaliza su crónica Ghosh.

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