Dicen que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Así, tras cada acto de barbarie del supremacismo racista, la política de turno en EE.UU. suele enviar condolencias. Pero huele a hipocresía.
A las víctimas, afrodescendientes o inmigrantes -como en Buffalo, Nueva York- les toca la misma historia. El ciclo de noticias les dejará en el olvido y nada cambiará.
Lo cierto es que en EE.UU., no solo los neonazis se dedican a violentar afroamericanos e inmigrantes. La policía, la patrulla fronteriza, las instituciones, el Gobierno e incluso el sector privado son racistas. Así se ha desarrollado un “mercado” de tráfico humano, bajo el amparo de las autoridades.
Y estas mismas agencias tienen nexos con una serie de corporaciones y contratistas privados que hacen el lucro a partir de la tragedia, el miedo y la necesidad humana.
De esta manera, la esclavitud de los afrodescendientes en EE.UU. nunca dejó de existir. Esta lacra continúa bajo otros membretes y se adaptó al modelo de capitalismo corporativo.
Marcelo Sánchez, Washington.
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